Los que se esfuerzan por vivir de acuerdo a las normas bíblicas en cuanto al comportamiento sexual y el matrimonio a veces son acusados de ser «homófobos» intolerantes. Esta acusación implica que las personas que buscan mantener normas morales bíblicas en la sociedad tienen un miedo paranoico de aquellos que practican y fomentan el comportamiento homosexual.
Para la mayoría de los que practican la fe bíblica, esta acusación es falsa. El «temor», si es que si tan siquiera existe, no es un temor a la homosexualidad, sino un temor por la persona homosexualmente activa y por nuestra sociedad, si es que las uniones entre miembros del mismo sexo se aprueban oficialmente como «matrimonio».
Se podría argumentar que se debe elogiar a los homosexuales monógamos por su deseo de tener sólo una pareja sexual. La fidelidad es preferible a la promiscuidad. Pero a tal compromiso jamás se le puede llamar «matrimonio». Por las Escrituras sabemos que el matrimonio es el modelo para la unión física del hombre y la mujer como la institución clave que protege la perpetuación de la humanidad. De hecho, es la fuente de la vida y salud continuas para la raza humana.
Muchas de las palabras usadas por siglos para definir al matrimonio incluyen la raíz griega gam(como en monogamia, bigamia, etc.). Es la misma raíz que se usa en el término científico «gameto», el esperma masculino y el óvulo femenino que se unen para formar una nueva persona «hecha a la imagen de Dios».
Las uniones homosexuales no pueden sobrevivir más allá de una generación. Ya que las parejas homosexuales no pueden tener hijos y no pueden asumir la responsabilidad final del futuro de la vida humana a través del acto de la procreación, su unión siempre será egocéntrica y frustrada.
A los que siguen los mandatos de la Palabra de Dios se les exige que amen a las personas involucradas en la homosexualidad. Pero el amor bíblico es un amor firme que no duda en orar y desear el fin de un comportamiento que amenaza la integridad de la vida humana que Dios creó.
Jesús es nuestro modelo: Él no condenó a la mujer sorprendida en adulterio, pero le dijo: «Desde ahora no peques más» (Juan 8:11).
¿Acaso está mal que deseemos lo mismo para los que están involucrados en la homosexualidad? NO
Pero les decimos "Arrepientete, vete y no peques más"
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